«La soledad deja secuelas”, reconoce Lola Marín, una anciana de Viladecans. Vive sola y aunque remarca que “se defiende” en las tareas del día a día recuerda con pena los meses que pasó encerrada en casa por la pandemia. Sostiene que hablar por teléfono con su familia “no es lo mismo que en persona”. “Sentía terror. Miedo por mis nietos”, evoca. Una época que mentalmente deja mella.
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